sábado, 27 de septiembre de 2025

Kerigma de septiembre del 2025

 28 de septiembre.  XXVI del Tiempo Ordinario.   Lc 16,19-31   

Oración

Al oír en la comunidad tú Palabra, al oír tu viva voz que nos pedía respuesta,

hemos tenido que hablar, por obediencia, y nos han salido palabras no oídas,

desconocidas en nuestro ambiente, ignoradas también en nuestro interior.


 Es que tu Palabra es la semilla.  Ella fecundó nuestro corazón y salieron palabras sinceras, desnudas y hasta bellas, porque no eran adorno artificial, sino la gracia que nos diste tú. Amén.


1) PARA PERMANECER EN EL TEXTO.

Una persona  proclama con solemnidad el texto Bíblico

Cada persona lee en silencio el texto bíblico para profundizar

 

Había un hombre rico que se vestía con ropa finísima y comía regiamente todos los días. 20 Había también un pobre, llamado Lázaro, todo cubierto de llagas, que estaba tendido a la puerta del rico.  21 Hubiera deseado saciarse con lo que caía de la mesa del rico, y hasta los perros venían a lamerle las llagas. 22 Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abraham. También murió el rico, y lo sepultaron. 23 Estando en el infierno, en medio de los tormentos, el rico levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro con él en su regazo.  24 Entonces gritó: «Padre Abraham, ten piedad de mí, y manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me atormentan estas llamas.»  25 Abraham le respondió: «Hijo, recuerda que tú recibiste tus bienes durante la vida, mientras que Lázaro recibió males. Ahora él encuentra aquí consuelo y tú, en cambio, tormentos. 26 Además, entre ustedes y nosotros hay un abismo tremendo, de tal manera que los que quieran cruzar desde aquí hasta ustedes no pueden hacerlo, y tampoco lo pueden hacer del lado de ustedes al nuestro.» 27 El otro replicó: «Entonces te ruego, padre Abraham, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, 28 a mis cinco hermanos: que vaya a darles su testimonio para que no vengan también ellos a parar a este lugar de tormento.» 29 Abraham le contestó: «Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen.» 30 El rico insistió: «No lo harán, padre Abraham; pero si alguno de entre los muertos fuera donde ellos, se arrepentirían.» 31 Abraham le replicó: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no se convencerán.»


Leer la palabra o frase   que te  ha llamado la atención

Por qué esta palabra o frase me llama la atención.


2) PARA PROFUNDIZAR EL TEXTO

¿Cuál es el punto del texto que más te ha gustado o que ha llamado más tu atención? ¿Por qué?

Compara la situación del pobre y del rico antes y después de la muerte ¿Cuál es la situación de los dos antes de la muerte? ¿Qué cambia en la situación del pobre y del rico después de la muerte? 

NO IGNORAR AL QUE SUFRE

José Antonio Pagola 

El contraste entre los dos protagonistas de la parábola es trágico. El rico se viste de púrpura y de lino. Toda su vida es lujo y ostentación. Sólo piensa en «banquetear espléndidamente cada día». Este rico no tiene nombre pues no tiene identidad. No es nadie. Su vida vacía de compasión es un fracaso. No se puede vivir sólo para banquetear.

Echado en el portal de su mansión yace un mendigo hambriento, cubierto de llagas. Nadie le ayuda. Sólo unos perros se le acercan a lamer sus heridas. No posee nada, pero tiene un nombre portador de esperanza. Se llama «Lázaro» o «Eliezer», que significa «Mi Dios es ayuda».

Su suerte cambia radicalmente en el momento de la muerte. El rico es enterrado, seguramente con toda solemnidad, pero es llevado al «Hades» o «reino de los muertos». También muere Lázaro. Nada se dice de rito funerario alguno, pero «los ángeles lo llevan al seno de Abrahán». Con imágenes populares de su tiempo, Jesús recuerda que Dios tiene la última palabra sobre ricos y pobres.

Al rico no se le juzga por explotador. No se dice que es un impío alejado de la Alianza. Simplemente, ha disfrutado de su riqueza ignorando al pobre. Lo tenía allí mismo, pero no lo ha visto. Estaba en el portal de su mansión, pero no se ha acercado a él. Lo ha excluido de su vida. Su pecado es la indiferencia.

Según los observadores, está creciendo en nuestra sociedad la apatía o falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno. Evitamos de mil formas el contacto directo con las personas que sufren. Poco a poco, nos vamos haciendo cada vez más incapaces para percibir su aflicción.

La presencia de un niño mendigo en nuestro camino nos molesta. El encuentro con un amigo, enfermo terminal, nos turba. No sabemos qué hacer ni qué decir. Es mejor tomar distancia. Volver cuanto antes a nuestras ocupaciones. No dejarnos afectar.

Si el sufrimiento se produce lejos es más fácil. Hemos aprendido a reducir el hambre, la miseria o la enfermedad a datos, números y estadísticas que nos informan de la realidad sin apenas tocar nuestro corazón. También sabemos contemplar sufrimientos horribles en el televisor, pero, a través de la pantalla, el sufrimiento siempre es más irreal y menos terrible. Cuando el sufrimiento afecta a alguien más próximo a nosotros, no esforzamos de mil maneras por anestesiar nuestro corazón.

Quien sigue a Jesús se va haciendo más sensible al sufrimiento de quienes encuentra en su camino. Se acerca al necesitado y, si está en sus manos, trata de aliviar su situación.


3) RELACIÓN CON NUESTRA VIDA

¿La gente cree que después de la muerte vamos a estar con Dios?

¿La gente teme a Dios por las malas cosas que hace?

¿Conoces personas que se preocupan de los más pobres?


4) OBSERVA EL DIBUJO CON ATENCIÓN Y MEDITA.

 



5) PARA COMPROMETERNOS CON LA REALIDAD

¿Esta semana como vamos a vivir el mensaje del Evangelio?


6) Juntos oramos la siguiente oración y rezamos el Padre Nuestro.

Señor, gracias por este tiempo pasado contigo, escuchando tu voz que me hablaba con amor y misericordia infinita; siento que mi vida está sana, sólo cuando permanezco contigo, en ti, cuando me dejo recoger por ti. Tú has cogido entre tus manos mi avaricia, que me vuelve seco y árido, que me encierra y me deja triste y solo; has escuchado mi avidez insaciable, que me llena de vacío y de dolor; has aceptado y tomado sobre ti mi ambigüedad e infidelidad, mi cojear, cansado e indeciso...Señor, ¡soy feliz cuando me abro a ti y te muestro todas mis heridas! Gracias por el bálsamo de tus palabras y de tus silencios. Amen