28 de noviembre. Primer Domingo de Adviento. Lc 21,25-28.34-36
Oración
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Tu palabra nos oriente a fin de que podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Amén.
1) PARA PERMANECER EN EL TEXTO.
• Una persona proclama con solemnidad el texto Bíblico
• Cada persona lee en silencio el texto bíblico para profundizar.
Entonces habrá señales en el sol, la luna y las estrellas, y por toda la tierra los pueblos estarán llenos de angustia, aterrados por el estruendo del mar embravecido. 26 La gente se morirá de espanto con sólo pensar en lo que va a caer sobre la humanidad, porque las fuerzas del universo serán sacudidas. 27 Y en ese preciso momento verán al Hijo del Hombre venir en la Nube, con gran poder e infinita gloria.»
28 «Cuando se presenten los primeros signos, enderécense y levanten la cabeza, porque está cerca su liberación.» 34 Cuiden de ustedes mismos, no sea que la vida depravada, las borracheras o las preocupaciones de este mundo los vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso, 35 pues se cerrará como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. 36 Por eso estén vigilando y orando en todo momento, para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder y estar de pie ante el Hijo del Hombre.»
• Leer la palabra o frase me que te ha llamado la atención
• Por qué esta palabra o frase me llama la atención.
2) PARA PROFUNDIZAR EL TEXTO
-¿Qué sentimientos has tenido durante la lectura? ¿De miedo o de paz?
- ¿Has encontrado en el texto algo que te haya dado esperanza y ánimo?
-¿Por qué al principio del Adviento la Iglesia nos confronta con el fin del mundo?
El evangelio del “Velen, estén preparados”, con el cual hoy le damos apertura al ADVIENTO, nos da la ocasión para que, frente a esta triple venida del Señor, nos tomemos una pausa de reflexión y nos preguntemos qué estamos haciendo con nuestra vida. La conciencia de nuestra fragilidad nos llevará a abrirle el corazón a Aquel que vino al mundo, asumiendo la carne humana, por nuestra salvación; Aquel a quien el evangelio de Mateo nos presenta diciendo: “Le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (1,21). Entonces viviendo con alegría nuestro proyecto de vida en su discipulado levantaremos límpida nuestra mirada hacia la meta y oraremos confiados: ¡Ven, Señor Jesús! ¡Marana-tha!
Jesús es el sembrador incansable de esperanza, de ánimo, de optimismo. El cristiano es el hombre del presente porque ve con claridad el futuro glorioso de la historia de la humanidad. No hay lugar a la desesperación. Ni hay lugar para el pesimismo de aquellos que dicen: cualquier tiempo pasado fue mejor, hoy todo va de mal en peor. No nos quedemos instalados en nuestro conformismo, pereza, apatía. Sacudamos nuestro sueño, porque la liberación se está realizando en cada uno de nosotros.
Miramos el futuro, no con un gesto de evasión a lo presente. Sino, para dinamizar con todo interés la actualidad, el tiempo presente. ¡Estamos construyendo el Plan de Dios!
3) RELACIÓN CON NUESTRA VIDA
• ¿Qué signos de desesperanza existen en la sociedad actual?
• ¿Qué es lo que hoy empuja a la gente a tener esperanza o a resistir?
• Adviento se nos abre como el tiempo de la vigilancia, del estar preparados. Concretamente, ¿cómo pienso prepararme durante este tiempo para la llegada de Jesús?
4) OBSERVA EL DIBUJO CON ATENCIÓN Y MEDITA.
5) PARA COMPROMETERNOS CON LA REALIDAD
• ¿Cómo vamos a vivir el adviento?
• ¿Cómo cumplimos cada uno de nosotros con la tarea encomendada?
6) Juntos oramos la siguiente oración y rezamos el Padre Nuestro.
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.