sábado, 24 de junio de 2023

Kerigma de Junio

 25  de Junio. 12 del T. Ordinario.  Mt 10, 26-33

Oracion

Señor Jesús, Tú que nos invitas a no tener miedo, a que tratemos de dar testimonio de Ti ante los hombres, te pedimos que nos envíes el Espíritu Santo para que nos ilumine y nos ayuda ser transmisores de tu Palabra, y que por medio de ésta, todo mundo te conozca y reconozca como su Salvador y Señor. Te lo pedimos Señor. Amén.

 

1) PARA PERMANECER EN EL TEXTO.

Una persona  proclama con solemnidad el texto Bíblico

Cada persona lee en silencio el texto bíblico para profundizar


Pero no les tengan miedo. Nada hay oculto que no llegue a ser descubierto, ni nada secreto que no llegue a saberse. 27 Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo ustedes a la luz, y lo que les digo en privado, proclámenlo desde las         azoteas. 28 No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno. 29 ¿Acaso un par de pajaritos no se venden por unos centavos? Pero ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre.  30 En cuanto a ustedes, hasta sus cabellos están todos contados.  31 ¿No valen ustedes más que muchos pajaritos? Por lo tanto no tengan miedo. 32 Al que se ponga de mi parte ante los hombres, yo me pondré de su parte ante mi Padre de los Cielos. 33 Y al que me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los Cielos.


  Leer la palabra o frase   que te  ha llamado la atención

Por qué esta palabra o frase me llama la atención.


2) PARA PROFUNDIZAR EL TEXTO

¿Qué le dijo Jesús a sus apóstoles?

¿Qué les dice en la noche y que les dice en pleno día?

¿A quién dice que no teman? 

¿Qué es lo que le dice Jesús a sus discípulos acerca del valor? 

¿Qué les dice al que lo reconozca delante de los hombres?


NUESTROS MIEDOS

José Antonio Pagola


 Cuando nuestro corazón no está habitado por un amor fuerte o una fe firme, fácilmente queda nuestra vida a merced de nuestros miedos. A veces es el miedo a perder prestigio, seguridad, comodidad o bienestar lo que nos detiene al tomar las decisiones. No nos atrevemos a arriesgar nuestra posición social, nuestro dinero o nuestra pequeña felicidad.

Otras veces nos paraliza el miedo a no ser acogidos. Nos atemoriza la posibilidad de quedarnos solos, sin la amistad o el amor de las personas. Tener que enfrentarnos a la vida diaria sin la compañía cercana de nadie.

Con frecuencia vivimos preocupados solo de quedar bien. Nos da miedo hacer el ridículo, confesar nuestras verdaderas convicciones, dar testimonio de nuestra fe. Tememos las críticas, los comentarios y el rechazo de los demás. No queremos ser clasificados. Otras veces nos invade el temor al futuro. No vemos claro nuestro porvenir. No tenemos seguridad en nada. Quizá no confiamos en nadie. Nos da miedo enfrentarnos al mañana.

Siempre ha sido tentador para los creyentes buscar en la religión un refugio seguro que nos libere de nuestros miedos, incertidumbres y temores. Pero sería un error ver en la fe el agarradero fácil de los pusilánimes, los cobardes y asustadizos.

La fe confiada en Dios, cuando es bien entendida, no conduce al creyente a eludir su propia responsabilidad ante los problemas. No le lleva a huir de los conflictos para encerrarse cómodamente en el aislamiento. Al contrario, es la fe en Dios la que llena su corazón de fuerza para vivir con más generosidad y de manera más arriesgada. Es la confianza viva en el Padre la que le ayuda a superar cobardías y miedos para defender con más audacia y libertad el reino de Dios y su justicia.

La fe no crea hombres cobardes, sino personas resueltas y audaces. No encierra a los creyentes en sí mismos, sino que los abre más a la vida problemática y conflictiva de cada día. No los envuelve en la pereza y la comodidad, sino que los anima para el compromiso.

Cuando un creyente escucha de verdad en su corazón las palabras de Jesús: «No tengáis miedo», no se siente invitado a eludir sus compromisos, sino alentado por la fuerza de Dios para enfrentarse a ellos.

  

3) RELACIÓN CON NUESTRA VIDA

Jesús sentía compasión por la gente. Compasión significa sufrir con, sentir en sí mismo los dolores y los problemas de la gente. ¿Nuestra comunidad es compasiva?   ¿Qué nos falta para ser más compasivos?

¿Nos sentimos llamados y enviados por Jesús para anunciar y construir el Reino? 

¿Qué nos falta para ser una comunidad misionera? 

¿A quiénes debemos llegar hoy como discípulos misioneros?

 

4) OBSERVA EL DIBUJO CON ATENCIÓN Y MEDITA.



 5) PARA COMPROMETERNOS CON LA REALIDAD

¿En qué puntos concretos el Señor me pide ser profeta hoy?

 

6) Juntos oramos la siguiente oración y rezamos el Padre Nuestro.

Señor, por este gran regalo que nos haces en tu llamado a ser tus discípulos y mensajeros, te damos gracias por todas las bondades que nos regalas, principalmente el don de la vida y el amor de nuestras familias, por todos los momentos de miedo, pero gracias a tu ayuda nos haces ser valientes. Por eso te damos gracias. Gracias Señor, gracias Señor.