2 de marzo. Domingo VIII Tiempo Ordinario.
Lc 6, 39-45
Oración
Ven Espíritu Santo. Ilumínanos con tu luz para acoger hoy la Palabra de Dios. Abre nuestras inteligencias y nuestros corazones para comprenderla y danos la gracia, la voluntad y el valor necesario para vivirla en nuestras vidas. AMÉN.
1) PARA PERMANECER EN EL TEXTO
• Una persona proclama con solemnidad el texto Bíblico
• Cada persona lee en silencio el texto bíblico para profundizar
39 Jesús les puso también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Ciertamente caerán ambos en algún hoyo. 40 El discípulo no está por encima de su maestro, pero si se deja formar, se parecerá a su maestro. 41 ¿Y por qué te fijas en la pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres consciente de la viga que tienes en el tuyo? 42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘’Hermano, deja que te saque la pelusa que tienes en el ojo’’, si tú no ves la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo para que veas con claridad, y entonces sacarás la pelusa del ojo de tu hermano. 43 No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni tampoco árbol malo que dé frutos buenos. 44 Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de los espinos ni se sacan uvas de las zarzas. 45 Así, el hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene en su corazón, mientras que el malo, de su fondo malo saca cosas malas. La boca habla de lo que está lleno el corazón.
• Leer la palabra o frase que te ha llamado la atención
• ¿Por qué esta palabra o frase me llama la atención?
2) PARA PROFUNDIZAR EL TEXTO
• ¿El discípulo puede superar al Maestro?
• ¿Qué hay que hacer antes de tratar de corregir al hermano?
• ¿Cuál es la raíz de las palabras y obras buenas y malas?
DETENERNOS
José Antonio Pagola
Nuestros pueblos y ciudades ofrecen hoy un clima poco propicio a quien quiera buscar un poco de silencio y paz para encontrarse consigo mismo y con Dios. No es fácil liberarnos del ruido permanente y del asedio constante de todo tipo de llamadas y mensajes. Por otra parte, las preocupaciones, problemas y prisas de cada día nos llevan de una parte a otra, sin apenas permitirnos ser dueños de nosotros mismos.
Ni siquiera en el propio hogar, invadido por la televisión y escenario de múltiples tensiones, es fácil encontrar el sosiego y recogimiento indispensables para encontrarnos con nosotros mismos o para descansar gozosamente ante Dios.
Pues bien, precisamente en estos momentos en que necesitamos más que nunca lugares de silencio, recogimiento y oración, los creyentes mantenemos con frecuencia cerrados nuestros templos e iglesias durante buena parte del día.
Se nos ha olvidado lo que es detenernos, interrumpir por unos minutos nuestras prisas, liberarnos por unos momentos de nuestras tensiones y dejarnos penetrar por el silencio y la calma de un recinto sagrado. Muchos hombres y mujeres se sorprenderían al descubrir que, con frecuencia, basta pararse y estar en silencio un cierto tiempo, para aquietar el espíritu y recuperar la lucidez y la paz.
Cuánto necesitamos los hombres y mujeres de hoy encontrar ese silencio que nos ayude a entrar en contacto con nosotros mismos para recuperar nuestra libertad y rescatar de nuevo toda nuestra energía interior.
Acostumbrados al ruido y a la agitación, no sospechamos el bienestar del silencio y la soledad. Ávidos de noticias, imágenes e impresiones, se nos ha olvidado que sólo alimenta y enriquece de verdad aquello que somos capaces de escuchar en lo más hondo de nuestro ser.
Sin ese silencio interior, no se puede escuchar a Dios, reconocer su presencia en nuestra vida y crecer desde dentro como seres humanos y como creyentes. Según Jesús, la persona “saca el bien de la bondad que atesora en su corazón”. El bien no brota de nosotros espontáneamente. Hemos de cultivarlo y hacerlo crecer en el fondo del corazón.
Muchas personas comenzarían a transformar su vida si acertaran a detenerse para escuchar todo lo bueno que Dios suscita en el silencio de su corazón.
3) RELACIÓN CON NUESTRA VIDA
• ¿Existe en nuestra comunidad la corrección fraterna? ¿Cómo se corrige con caridad y humildad propia?
• ¿Nuestra comunidad parece más bien un árbol con lindas hojas, pero estéril, o un árbol que da buenos frutos?
4) OBSERVA EL DIBUJO CON ATENCIÓN Y MEDITA.
5) PARA COMPROMETERNOS CON LA REALIDAD
• ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
Juntos oramos la siguiente oración y rezamos el Padre Nuestro.
Mirar como Tú miras, con ojos claros y limpios, comprendiendo siempre al hermano…
Saberse discípulo, no tenerse por maestro y gozar del aprendizaje diario…
Conocer a los árboles por su fruto, no esperar higos de las zarzas, ni uvas de los espinos…
Almacenar bondad en el corazón, cultivar una solidaridad real y sentir que nos desborda el bien…
Reconocer que no todo es tierra firme, construir sobre roca nuestra casa, no tener miedo a huracanes y riadas…
Admitir la pequeñez y los fallos propios, quitar pronto la viga de nuestro ojo, no humillar al hermano por no ser como nosotros.
Amén.