9 de Noviembre. Domingo 32 Tiempo Ordinario. Lc 20, 27-38
Oración
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que podamos leer e interpretar el texto bíblico de hoy. Tu palabra nos oriente a fin de que nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a la gente que Tú estás vivo en la historia como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. AMÉN.
1) PARA PERMANECER EN EL TEXTO.
• Una persona proclama con solemnidad el texto Bíblico
• Cada persona lee en silencio el texto bíblico para profundizar
"Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, 28 y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. 29 Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. 30 El segundo 31 se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. 32 Finalmente, también murió la mujer. 33 Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?». 34 Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, 35 pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan. 36 Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y, al ser hijos de la resurrección, son hijos de Dios. 37 Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. 38 Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».
• Leer la palabra o frase que te ha llamado la atención
• Por qué esta palabra o frase me llama la atención.
2) PARA PROFUNDIZAR EL TEXTO
• ¿Qué historia cuentan los saduceos a Jesús para mostrar que no puede haber resurrección?
• En la respuesta de Jesús: ¿Por qué dice que los hombres y las mujeres son hijos de Dios?
• ¿Cómo describe Jesús a Dios?
A DIOS NO SE LE MUEREN SUS HIJOS
José Antonio Pagola
Jesús ha sido siempre muy sobrio al hablar de la vida nueva después de la resurrección. Sin embargo, cuando un grupo de aristócratas saduceos trata de ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos, Jesús reacciona elevando la cuestión a su verdadero nivel y haciendo dos afirmaciones básicas.
Antes que nada, Jesús rechaza la idea pueril de los saduceos que imaginan la vida de los resucitados como prolongación de esta vida que ahora conocemos. Es un error representarnos la vida resucitada por Dios a partir de nuestras experiencias actuales.
Hay una diferencia radical entre nuestra vida terrestre y esa vida plena, sustentada directamente por el amor de Dios después de la muerte. Esa Vida es absolutamente "nueva". Por eso, la podemos esperar pero nunca describir o explicar.
Las primeras generaciones cristianas mantuvieron esa actitud humilde y honesta ante el misterio de la "vida eterna". Pablo les dice a los creyentes de Corinto que se trata de algo que "el ojo nunca vio ni el oído oyó ni hombre alguno ha imaginado, algo que Dios ha preparado a los que lo aman".
Estas palabras nos sirven de advertencia sana y de orientación gozosa. Por una parte, el cielo es una "novedad" que está más allá de cualquier experiencia terrestre, pero, por otra, es una vida "preparada" por Dios para el cumplimiento pleno de nuestras aspiraciones más hondas. Lo propio de la fe no es satisfacer ingenuamente la curiosidad, sino alimentar el deseo, la expectación y la esperanza confiada en Dios.
Esto es, precisamente, lo que busca Jesús apelando con toda sencillez a un hecho aceptado por los saduceos: a Dios se le llama en la tradición bíblica «Dios de Abrahán, Isaac y Jacob». A pesar de que estos patriarcas han muerto, Dios sigue siendo su Dios, su protector, su amigo. La muerte no ha podido destruir el amor y la fidelidad de Dios hacia ellos.
Jesús saca su propia conclusión haciendo una afirmación decisiva para nuestra fe: «Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos». Dios es fuente inagotable de vida. La muerte no le va dejando a Dios sin sus hijos e hijas queridos. Cuando nosotros los lloramos porque los hemos perdido en esta tierra, Dios los contempla llenos de vida porque los ha acogido en su amor de Padre.
Según Jesús, la unión de Dios con sus hijos no puede ser destruida por la muerte. Su amor es más fuerte que nuestra extinción biológica. Por eso, con fe humilde nos atrevemos a invocarlo: "Dios mío, en Ti confío. No quede yo defraudado" (salmo 25,1-2).
3) RELACIÓN CON NUESTRA VIDA
• ¿Qué experiencias hemos vivido que revelan que Dios no es dios de muertos sino de vivos?
• ¿Qué hacemos para ser portadores de vida y esperanza?
• ¿Cómo se manifiesta en nuestra comunidad el Dios de la Vida?
4) OBSERVA EL DIBUJO CON ATENCIÓN Y MEDITA.
5) PARA COMPROMETERNOS CON LA REALIDAD
¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
Juntos oramos la siguiente oración y rezamos el Padre Nuestro.
Dios de Vida, que en Jesús has hecho renacer nuestra esperanza de un cielo nuevo y una tierra nueva; te pedimos que nos ayudes a siempre defender la vida. Que sepamos transmitir a nuestros hermanos y hermanas, con la palabra y con las obras, las razones de la esperanza que nos sostiene. Amen.