Kerigma.
Caminando Juntos.
14 de
marzo. Domingo 4 de Cuaresma. Jn 3,
14-21
Oración
1) PARA PERMANECER EN EL TEXTO.
Recuerden la serpiente que Moisés hizo levantar en el desierto:
así también tiene que ser levantado el Hijo del Hombre, 15 y entonces todo el
que crea en él tendrá por él vida eterna. 16 ¡Así amó Dios al
mundo! Le dio al Hijo Único, para que quien cree en él no se pierda, sino que
tenga vida eterna. 17 Dios no envió al
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el mundo gracias a
él. 18 Para quien cree en él no hay juicio. En cambio, el que no cree ya se
ha condenado, por el hecho de no creer en el Nombre del Hijo único de Dios. 19 Esto requiere un
juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz,
porque sus obras eran malas. 20Pues el que obra el mal
odia la luz y no va a la luz, no sea que sus obras malas sean descubiertas y
condenadas. 21 Pero el que hace la verdad va a la luz, para que se vea que sus obras
han sido hechas en Dios.»
2) PARA PROFUNDIZAR EL TEXTO
El evangelista Juan nos habla de un extraño encuentro de Jesús con
un importante fariseo, llamado Nicodemo. Según el relato, es Nicodemo quien
toma la iniciativa y va a donde Jesús «de noche». Intuye que Jesús es «un
hombre venido de Dios», pero se mueve entre tinieblas. Jesús lo irá conduciendo
hacia la luz.
Nicodemo representa en el relato a todo aquel que busca
sinceramente encontrarse con Jesús. Por eso, en cierto momento, Nicodemo
desaparece de escena y Jesús prosigue su discurso para terminar con una
invitación general a no vivir en tinieblas, sino a buscar la luz.
Según Jesús, la luz que lo puede iluminar todo está en el Crucificado.
La afirmación es atrevida: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único
para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida
eterna». ¿Podemos ver y sentir el amor de Dios en ese hombre torturado en la
cruz?
Acostumbrados desde niños a ver la cruz por todas partes, no hemos
aprendido a mirar el rostro del Crucificado con fe y con amor. Nuestra mirada
distraída no es capaz de descubrir en ese rostro la luz que podría iluminar
nuestra vida en los momentos más duros y difíciles.
Sin embargo, Jesús nos está mandando desde la cruz señales de vida
y de amor. En esos brazos extendidos que no pueden ya abrazar a los niños, y en
esa manos clavadas que no pueden acariciar a los leprosos ni bendecir a los
enfermos, está Dios con sus brazos abiertos para acoger, abrazar y sostener
nuestras pobres vidas, rotas por tantos sufrimientos.
Desde ese rostro apagado por la muerte, desde esos ojos que ya no
pueden mirar con ternura a pecadores y prostitutas, desde esa boca que no puede
gritar su indignación por las víctimas de tantos abusos e injusticias, Dios nos
está revelando su "amor loco" a la Humanidad.
«Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para
que el mundo se salve por él». Podemos acoger a ese Dios y lo podemos rechazar.
Nadie nos fuerza. Somos nosotros los que hemos de decidir. Pero «la Luz ya ha
venido al mundo». ¿Por qué tantas veces rechazamos la luz que nos viene del
Crucificado?
3) RELACIÓN CON NUESTRA VIDA
5) PARA COMPROMETERNOS CON LA REALIDAD
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¿Cuál es el mensaje del texto para
nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?