18 de Agosto. Domingo 20 del Tiempo Ordinario. Jn 6, 51-58
Oración
Señor Jesús, envía tu Espíritu Santo y despierta nuestra inteligencia para que tu Palabra penetre en nuestros corazones y podamos comprenderla. Te escuchamos, Señor y deseamos poner en práctica tu Palabra construyendo tu Reino. AMÉN
1) PARA PERMANECER EN EL TEXTO.
• Una persona proclama con solemnidad el texto Bíblico
• Cada persona lee en silencio el texto bíblico para profundizar
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.» 52 Los judíos discutían entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer carne?» 53 Jesús les dijo: «En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
55 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. 57 Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí. 58 Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de vuestros antepasados, que comieron y después murieron. El que coma este pan vivirá para siempre.
• Leer la palabra o frase que te ha llamado la atención
• Por qué esta palabra o frase me llama la atención.
2) PARA PROFUNDIZAR EL TEXTO
• ¿Qué dice Jesús sobre sí mismo? ¿Cómo se presenta?
• ¿Cuál es el pan que da Jesús y para qué lo da al mundo?
• ¿Cómo reaccionan los oyentes judíos?
• ¿Qué es necesario comer para tener la vida eterna y para permanecer en Jesús y Él en nosotros?
ALIMENTARNOS DE JESÚS
José Antonio Pagola
Según el relato de Juan, una vez más los judíos, incapaces de ir más allá de lo físico y material, interrumpen a Jesús, escandalizados por el lenguaje agresivo que emplea: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?". Jesús no retira su afirmación, sino que da a sus palabras un contenido más profundo.
El núcleo de su exposición nos permite adentrarnos en la experiencia que vivían las primeras comunidades cristianas al celebrar la eucaristía. Según Jesús, los discípulos no solo han de creer en él, sino que han de alimentarse y nutrir su vida de su misma persona. La eucaristía es una experiencia central en sus seguidores de Jesús.
Las palabras que siguen no hacen sino destacar su carácter fundamental e indispensable: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida". Si los discípulos no se alimentan de él, podrán hacer y decir muchas cosas, pero no han de olvidar sus palabras: "No tenéis vida en vosotros". Para tener vida dentro de nosotros necesitamos alimentarnos de Jesús, nutrirnos de su aliento vital, interiorizar sus actitudes y sus criterios de vida. Este es el secreto y la fuerza de la eucaristía. Solo lo conocen aquellos que comulgan con él y se alimentan de su pasión por el Padre y de su amor a sus hijos.
El lenguaje de Jesús es de gran fuerza expresiva. A quien sabe alimentarse de él, le hace esta promesa: "Ese habita en mí y yo en él". Quien se nutre de la eucaristía experimenta que su relación con Jesús no es algo externo. Jesús no es un modelo de vida que imitamos desde fuera. Alimenta nuestra vida desde dentro.
Esta experiencia de "habitar" en Jesús y dejar que Jesús "habite" en nosotros puede transformar de raíz nuestra fe. Ese intercambio mutuo, esta comunión estrecha, difícil de expresar con palabras, constituye la verdadera relación del discípulo con Jesús. Esto es seguirle sostenidos por su fuerza vital.
La vida que Jesús transmite a sus discípulos en la eucaristía es la que él mismo recibe del Padre que es Fuente inagotable de vida plena. Una vida que no se extingue con nuestra muerte biológica. Por eso se atreve Jesús a hacer esta promesa a los suyos: "El que come este pan vivirá para siempre".
Sin duda, el signo más grave de la crisis de la fe cristiana entre nosotros es el abandono tan generalizado de la eucaristía dominical. Para quien ama a Jesús es doloroso observar cómo la eucaristía va perdiendo su poder de atracción. Pero es más doloroso aún ver que desde la Iglesia asistimos a este hecho sin atrevernos a reaccionar. ¿Por qué?
3. RELACIÓN CON NUESTRA VIDA
• ¿Encontramos en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía el alimento de nuestra vida y de nuestra fe?
• Nuestras "eucaristías": ¿Son realmente una acción de gracias, una fiesta, una auténtica celebración? ¿Qué falta en ellas?
4) OBSERVA EL DIBUJO CON ATENCIÓN Y MEDITA.
5) PARA COMPROMETERNOS CON LA REALIDAD
• ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
Juntos oramos la siguiente oración y rezamos el Padre Nuestro.
Señor Jesús, tú partiste y repartiste tu pan, tu vino, tu cuerpo y tu sangre durante toda tu vida, y en la última cena lo hiciste también. Nos diste un ejemplo para que hagamos lo mismo. Te pedimos, que cada vez que nosotros la celebremos "en memoria tuya", renovemos nuestra decisión de seguir partiendo y repartiendo, como Tú, en la vida diaria, nuestro pan y nuestro vino, nuestro cuerpo y nuestra sangre, todo lo que somos y poseemos para así construir tu Reino.