Los mártires de la Amazonía
Óscar Elizalde Prada
La Iglesia no está en la Amazonía
como quien tiene hechas las maletas para marcharse después de haberla explotado
todo lo que ha podido”. En los albores del pontificado de Francisco, esta
sentencia –proferida al episcopado brasileño durante la Jornada Mundial de la
Juventud de Río de Janeiro– se tornó una llamada a la acción, desde el
reconocimiento de que “la Iglesia está presente en la Amazonía desde
el principio con misioneros, congregaciones religiosas, y todavía
hoy está presente y es determinante para el futuro de la zona”.
Muchos de estos hombres y mujeres
nunca tuvieron la intención de marcharse. Movidos por la fe,
abrieron sendas inéditas de inculturación, descubrieron las ‘semillas del verbo’
presentes en las culturas ancestrales, y se convencieron del
imperativo de la defensa y del cuidado del territorio amazónico.
Cuando ‘los poderosos’ (hacendados,
latifundistas, madereros, extractivistas…) arreciaron con amenazas y violencias
para adueñarse y lucrarse de las selvas y los ríos de la Amazonía, no les tembló la voz para exigir y velar por los derechos de la
Madre Tierra y de las comunidades que la habitan, especialmente los
pueblos indígenas. Decidieron correr el riesgo de quedarse, acompañar, resistir
y sostener la ‘obra de Dios’, hasta las últimas consecuencias, como el ‘Divino
Traspasado’ de las homilías de san Óscar Romero. Dieron su vida por la
Amazonía.
Son los mártires de la Amazonía. Sus nombres están
grabados en la espesura de la selva, su sangre se mezcló con las aguas de los
caudalosos afluentes que bañan la Panamazonía.
Citados en el ‘Instrumentum laboris’
El ‘Instrumentum laboris’ de la
Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, que se
celebrará en octubre próximo en Roma, acentúa que “el número de mártires de la Amazonía es alarmante”,
sin dejar de citar a algunos de ellos: Rodolfo Lunkenbein y Simão Bororo (1976,
sacerdote salesiano y laico, respectivamente); Marçal de Souza Tupãi (1983,
guaraní); Ezequiel Ramin (1985, comboniano); Cleusa Carolina Rody (1985,
misionera agustina recoleta); Josimo Moraes Tavavares (1986, sacerdote
diocesano); Vicente Cañas (1987, religioso jesuita); Alejandro Labaka e Inés
Arango (1987, ambos capuchinos); Chico Mendes (1988, ecologista); Galdino Jesus
dos Santos (1997, líder indígena de la etnia Pataxó Hã-Hã-Hãe); Ademir Federici
(2001); Dorothy Stang (2005, religiosa de Nuestra Señora de Namur).
La Red Eclesial Panamazónica (REPAM)
se ha propuesto recuperar sus narrativas y testimonios a
través de la serie ‘La vida por la Amazonía’, que ya cuenta con
cinco capítulos que evocan el itinerario evangélico de tres mártires de la
Amazonía brasileña (Vicente Cañas, Cleusa Rody y Ezequiel Ramin), dos de la
Amazonía ecuatoriana (Alejandro Labaka e Inés Arango), y uno de la Amazonía
colombiana (Alcídes Jiménez, 1998, sacerdote indígena). Próximamente, será
lanzado el sexto capítulo, a propósito del martirio de Nicolasa Nosa, indígena
boliviana.
Ante las tensiones que suscita el
discernimiento de nuevos caminos para una Iglesia con ‘rostro amazónico’ y las
implicaciones de la ecología integral para la Amazonía, a la luz de la carta
encíclica Laudato si’, los mártires de la Amazonía
allanan el camino del próximo Sínodo. Su profecía anuncia la
urgencia de ‘primerear’ en el compromiso con la justicia y la defensa de la
vida y la biodiversidad. Frente a la vida amenazada, es claro que, en estos tiempos,
“la Iglesia no puede ser indiferente; al contrario, debe apoyar la protección
de los defensores de derechos humanos y hacer memoria de sus mártires”, como
reza el ‘Instumentum laboris’.